1998 es el año en el que se
estrenó esta gran película. Su director, Peter Weir, ya era conocido para ese
momento gracias al buen trabajo que había realizado en 1989 con “La sociedad de
los poetas muertos” y en 1990 con “Matrimonio por conveniencia”. Podrá resultar
curioso que siendo una película tan reconocida, hasta ahora la haya visto, pero
afortunadamente son tantas las películas que hoy en día tenemos que es fácil no
haber visto aún alguna de las grandes producciones cinematográficas que tiene
la historia del séptimo arte.
El show de Truman es, más que una
buena película, una excelente historia. Ahora, de nada valdría tener un
magnifico guión si no se tienen unos grandes actores que la lleven a cabo; cosa
que no sucede en esta producción: Jim Carey se luce y nos entretiene, una vez
más, haciendo un papel –el de Truman Burbank- que encaja perfectamente con su
personalidad: un tipo único, con un alto contenido de buen humor, que se enfrenta
a las situaciones más inverosímiles y dramáticas. Por esto, The Truman show,
además de una gran historia, es un juego divertido, del cual también somos
parte nosotros: somos los espectadores de los espectadores de un programa de
televisión. Los que están viendo “The Truman show” no son solo las meseras, los
vigilantes, las ancianas, también somos cada uno de nosotros, y por eso queremos
saber qué pasa con la vida de Truman; también nosotros somos introducidos en
ese juego.
Películas como “El señor de las
moscas”, “El juego”, “El experimento” o “La isla”, nos plantean un dilema ético:
lo que comienza siendo, aparentemente, “un experimento”, “un juego de niños”,
termina convirtiéndose en una peligrosa realidad, en una situación
incontrolable por parte de aquel que la maneja. Es el dilema de la realidad vs
la ficción, es el dilema de la libertad vs el control, es el dilema del hombre
vs Dios. Truman ha crecido en un mundo ficticio para los demás pero real para
él, y por eso es posible que viva indefinidamente en ese mundo de ficción, así
como también es viable que llegue a conocer el mundo de lo real. Como persona
que es, Truman es inteligente, actúa con voluntad propia: es libre. Pero esa
libertad está condicionada por el control que sobre él ejerce su creador,
Christof. El problema surgirá entonces cuando la creatura ponga en ejercicio su
libertad y el creador intente seguir controlando y transmitiendo a los
televidentes su vida, asumiendo el papel de Dios sobre Truman. Es por eso que,
al final, el futuro del protagonista queda en manos de su creador.